El valor añadido de la bioenergía
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Fotovoltaica y eólica son las fuentes de energía renovable artífices de la aceleración vivida por la transición energética en los últimos años. Un cambio de paradigma energético que, pese a ver incrementada su velocidad, aún está lejos de lograr su objetivo; frenar el cambio climático. Para cumplirlo, la apuesta global debe ser por todas las fuentes limpias de generación de energía (eléctrica y térmica), que en base a un recurso natural e inagotable pueden reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Estas tecnologías van más allá de la eólica y la solar fotovoltaica y su potencial, en muchas partes del mundo, incentiva la investigación para lograr mejorar su competitividad de costes. Una de ellas es la bioenergía, protagonista de este artículo.
¿Qué es la bioenergía?
La cantidad de residuos naturales de origen biológico, como la madera o los desechos orgánicos, es una garantía de producción energética. A través de ellos se puede producir electricidad, calor y otros insumos importantes para la transición energética, dando un gran aporte de economía circular que no todas las fuentes de energía renovable pueden ofrecer. Ahí radica una de las mayores ventajas de esta tecnología, que veremos más adelante.
En este artículo vamos a conocer los 3 grandes derivados de la bioenergía; la biomasa, los biocombustibles y el biogás.
Biomasa
Entendemos como biomasa el recurso energético procedente de residuos que pueden ser agrícolas, alimentarios, forestales o de la industria ganadera. La biomasa procedente de la madera, en forma de pellets, leña o serrín, sigue siendo una de las fuentes más empleadas y tiene un papel protagonista en sociedades aún no desarrolladas a nivel tecnológico, dada la facilidad para tratar con esta materia y usarla para producir calor y electricidad. La biomasa puede clasificarse según su origen:
- Natural, aquella que se produce en la naturaleza sin la intervención del hombre.
- Residual, aquella que procede de los residuos generados por actividades agrícolas o ganaderas.
En aquellos países con una alta participación de la actividad ganadera como España, por ejemplo, la biomasa es una oportunidad que puede aprovecharse tanto a pequeña escala, en calderas residenciales, como a gran escala, en plantas de generación eléctrica.
Se puede quemar para obtener calor o, como en el caso de otros combustibles tipo fósiles, para generar vapor, alimentar una turbina y producir electricidad.
Biocombustibles
A partir de la biomasa se pueden obtener biocombustibles que, como su propio nombre indica, sustituyen a los combustibles tradicionales por características y propiedades, pero habiendo sido generados a partir de materia orgánica.
El sector que más se aprovecha de estos combustibles “verdes” o sintéticos es el del transporte, tanto marítimo como de aviación. Este último ha sido protagonista de la firma de numerosos convenios entre empresas energéticas y aerolíneas para comenzar pruebas de vuelos que empleen estos biocombustibles.
De igual modo que con la biomasa tradicional, a partir de residuos agrícolas y/o ganaderos se producen los combustibles sintéticos, que pueden clasificarse como de primera o segunda generación.
Los de primera generación son aquellos que se han generado a través de residuos agrícolas o cultivos, como el aceite, por ejemplo. Por otro lado, los de segunda generación proceden de residuos de industrias, de la actividad humana e incluso de plantas acuáticas como las algas.
Tanto unos como otros, los biocombustibles han llegado al sector energético para sustituir, de manera progresiva, el uso de combustibles refinados y derivados del petróleo y del gas natural. De este modo, el sector transporte puede descarbonizarse sin ver reducida su actividad.
Biogás
El biogás se obtiene a partir de los residuos ganaderos y agroindustriales, los lodos de estaciones depuradoras de aguas residuales urbanas (EDAR) y la de descomposición de los residuos sólidos urbanos (RSU). Se trata de un gas compuesto, principalmente, por metano (CH4) y dióxido de carbono (CO2). Dependiendo de la composición de la materia orgánica que lo produce, la proporción de CH4 y CO2 es diferente entre distintos tipos de biogás.
De él también se obtiene biometano, un gas renovable que puede emplearse en distintos sectores económicos, especialmente en la movilidad, así como en la generación de energía.
El proceso de obtención de biogás se origina en los digestores, equipos donde la ausencia de oxígeno descompone la materia orgánica creando la composición de metano y dióxido de carbono.
El biogás es el único recurso renovable capaz de emplearse para cualquiera de las grandes aplicaciones energéticas; la electricidad, el calor o como carburante.
Ventajas de la bioenergía
A diferencia de las tecnologías más convencionales como la eólica y la fotovoltaica, la bioenergía cuenta con una ventaja muy importante; es capaz de producir tanto electricidad como calor. Esto la posiciona como una gran alternativa para el confort térmico de regiones donde el tendido eléctrico no llega, como zonas rurales aisladas con gran actividad ganadera/agrícola.
Otra de sus importantes ventajas es su disponibilidad. La biomasa es un recurso que siempre se genera fruto de la actividad animal, natural y humana. Considerando que cualquiera de ellas es y será imprescindible, en cualquier región del mundo, el recurso orgánico para obtener biomasa y sus derivados es ilimitado e inagotable.
De manera muy destacada, la bioenergía es clave para la economía circular. En un mundo donde se prioriza el reciclado, el aprovechamiento de residuos y la reducción en la necesidad de materias primas, la biomasa permite cumplir con toda la cadena de valor de la economía circular. Sin ella, los residuos ganaderos o agrícolas, por ejemplo, se almacenan esperando su descomposición y sin aprovecharse.
Tal y como hemos visto en el apartado de biocombustibles, permite al sector del transporte descarbonizarse sin perder su autonomía. La aparición de los biocombustibles va desplazando el uso de combustibles fósiles sin menguar su actividad.
Una de las ventajas que no debemos olvidar es que, como en caso de cualquier fuente de energía renovable, impulsa la creación de empleos de valor. Sabiendo que la biomasa es más presente en zonas aisladas, la población de éstas se puede beneficiar de la existencia de proyectos con formación específica para operar centrales, controlar el tratamiento de los residuos, o gestionar su uso, por ejemplo. Todas ellas, actividades de gran valor para el presente y el futuro.
Por otro lado, la bioenergía tiene algunos inconvenientes contra los que lucha la innovación y el desarrollo en esta tecnología:
- En primer lugar, tiene un mayor coste de producción y un menor rendimiento que la energía lograda por la quema de los combustibles fósiles.
- La biomasa tiene, en general, poca densidad energética. Ocupa mucho espacio para el almacenamiento comparado con la cantidad de energía que puede producir, comparado con otros recursos como el carbón, por ejemplo.
- Las instalaciones de biomasa tienen un elevado CAPEX (costes de instalación), eso hace que en comparación con proyectos de otra tecnología puedan perder interés de inversionistas.
- Pese a ser considerada una fuente renovable, su uso (en el caso de la quema de biogás, por ejemplo), no está exento de emisiones contaminantes.
La senda de la transición energética dibuja un camino donde todas las energías renovables conducen hacia la dirección correcta. Para ello, la bioenergía puede ser protagonista especialmente en sectores difíciles de descarbonizar como el transporte. Además, en regiones aisladas con alta actividad ganadera y agrícola, los residuos disponibles son una oportunidad que debe aprovecharse.
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